sábado, 1 de noviembre de 2014

Jugar a ser fotógrafo.

Desde hace años me ronda por la cabeza la cuestión del estilo, cómo un fotógrafo llega a tener una forma propia y diferenciada de registrar la realidad. En algunos casos el estilo es tan característico que resulta un sello inconfundible, podemos pensar en Madoz, Webb, Adams. Fotógrafos que por su sintaxis visual resultan el arquetipo del autor con una visión propia y una forma de plasmar la realidad inconfundible. 
La cuestión del estilo no es algo propio de la fotografía, en pintura un Van Gogh o un Picasso se diferencian sin necesidad de ver la firma. Pero a veces se le da excesivo peso a tener una forma de mirar única y diferenciada. Proliferan los talleres sobre el proyecto personal y la voz propia, numerosas webs de tutoriales sobre lo que debes y no debes hacer para desarrollar un estilo fotográfico.
Esto en si no me parece mal, pero si se interpreta erróneamente, el fotógrafo corre el peligro de desarrollar la idea de que se debe diferenciar del resto a través de la originalidad visual, a través del envoltorio. Eso nos lleva a la búsqueda forzada de la diferenciación, al artificio, a la extravagancia, al HDR panorámico en sepia invertido impreso en papel higiénico. A cosas que no aportan nada y que se acercan peligrosamente al ridículo y a ir un paso más lejos aunque ese paso te lleve a despeñarte por el precipicio de la estupidez. 
Otro de los aspectos relacionados es la coherencia visual, usar siempre una forma de registrar la realidad, ya sea color, blanco y negro, mucho contraste, poco, tonos fríos, composiciones simples, complejas, primeros planos, un punto de vista, el objetivo de 35mm, la película… es admirable quienes lo desarrollan de forma natural, como una prolongación de su personalidad, pero para el 99% de los fotógrafos que no se ganan la vida con ello es una autoimposición, ya que no hay un cheque en el buzón ni unos clientes que justifiquen circunscribirse a unos parámetros visuales concretos. 

Como parte de ese 99% que no saca un €uro de la fotografía no necesito autoimponerme coherencia ni originalidad, pero en muchas ocasiones me veo haciéndolo inconscientemente, querer tener un estilo puede convertirse en un corsé que impida tu crecimiento y tu disfrute como fotógrafo. 

No engaño a nadie si reconozco que estas líneas las escribo para mi, pensando en mis muchos errores y pocos aciertos dentro del mundo fotográfico. La conclusión que quiero aplicarme a mi mismo es que en vez de perseguir un estilo y querer duplicar la forma de trabajar de los grandes lo mejor es que me dedique a jugar a ser fotógrafo, a hacer de algo que amo y disfruto un juego, quitarle dramatismo e importancia. Que no soy original... ¿Qué más da?, que mi fotografía no es coherente... ¿Y qué?, que mis fotos no son identificables entre otras mil… ¡pues vale!. Siempre que hagas lo que te apetezca y sonrías al ver tus fotos estará bien hecho, y si a otras personas les gustan entonces ya debe ser la leche. 


 

4 comentarios:

  1. 'Consejos vendo, pero para mi no tengo' se puede aplicar al problema del que hablas, sobre el que se puede leer un exceso de teorización; muy habitualmente de gente que tan capacitada para disertar sobre el proceso creativo como mi botijo. Reduciéndolo a su mínima expresión se puede formular como predominancia del ruido sobre una señal muy débil.

    Curiosamente cuanto más se insiste en el discurso teórico de la coherencia y diferenciación, la producción actual parece cada vez más intercambiable en su homogeneidad desde cualquier punto de vista; lo que me recuerda una entrevista radiofónica de hará unos dos o tres años a Andrés Rábago. Hay demasiada información ( léase – para el caso – exposición a demasiada fotografía, demasiada palabrería pretenciosa ), y muy poco tiempo dedicado al trabajo y reflexión consciente sobre lo que uno hace produciendo, más pronto que tarde, un vacío creativo que suele manifestarse como hartazgo, abandonos intermitentes antes del definitivo, o continuos intentos de giro copernicano, persiguiendo no se sabe exactamente qué. Y es que todo el tiempo que a un pintor, un escultor o un músico le lleva dominar técnicamente su oficio, es un tiempo de asentamiento de ideas y formación de estilo. Ese tiempo en la fotografía actual se ha reducido a cero por el esfuerzo de los ingenieros en ofrecer una herramienta de reproducción prácticamente autosuficiente, no ha hecho ningún favor a quienes no pretenden usar la cámara como un mero elemento de registro aintencional; como tampoco hacen ningún bien todas las fabulaciones, generalmente perodísticas, sobre personas agraciadas con un don natural que se convierten en maestros desde el mismo instante en que les cae una cámara en la mano, el éxito y otras estupideces de evasión, ni el club de la admiración mutua que tan habitual resulta en los corrillos electrónicos.

    Recomiendo la lectura de "Late Bloomers" de Malcolm Gladwell (http://www.newyorker.com/magazine/2008/10/20/late-bloomers-2), y mientras tanto, a seguir trabajando, sobre todo, para mantener el interés.

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  2. Recibir un comentario de tal calibre enriquece enormemente la entrada. Gracias por tus palabras.

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  3. Releyendo tu comentario pienso en el libro que me llegó ayer "Magnum contact sheets" y en uno que viene de camino "Photographers' Sketchbooks". Del segundo no puedo hablar todavía, pero el primero muestra el largo proceso hasta conseguir una fotografía memorable. Cuando los tenga bien estudiados escribiré algo sobre la falacia del momento decisivo y la genialidad.

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  4. No me atrevería a decir tanto como que el momento decisivo sea una falacia per se, pero sí que su sentido original se ha desvirtuado descontextualizando frases de alguien que vivió mucho e influyó mucho.

    Casi siempre hay algo de serendipia en algún momento de cualquier obra maestra, y el momento decisivo no es mucho más que eso, usar una preparación previa para identificar un instante que se corresponde a una concepción estética ya asentada, es decir, el famoso 1% de inspiración, que bien puede pasar de largo para quien no haya hecho sus deberes. Parafraseando a Picasso ... no creo en musas, pero si vienen que me pillen trabajando. En el caso de la fotografia, ese tiempo que el obturador permanece abierto es definitivo para la toma, pero no es la obra terminada.

    Patrick Nicholas no tiene el perfil de un fotógrafo de Magnum, pero es de los pocos que es capaz de hablar de su proceso creativo sin parecer un idiota engreído.

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