Cuántas ilusiones y esperanzas ponemos en los cambios de año, queremos creer que con el paso de las agujas del reloj todo se reinicia, todo es nuevo, las cosas cambiaran para mejor. Pero sabemos que no es así, no vamos a ponernos delgados y en forma mágicamente, seguiremos queriendo comer cosas ricas y pringosas. Fotográficamente no vamos a ser Cartier-Bresson ni Ansel Adams súbitamente porque tomemos unas apasionadas decisiones al comer las uvas. Pero al mismo tiempo el cambio se va produciendo, lentamente, casi sin darnos cuenta de ello.
Desde el año 96 escribo un diario, no muy constantemente, nada literario ni muy profundo, anotaciones de las cosas que van sucediendo en mi día a día. En estas fechas siempre suelo releerlo, a veces voy más atrás, otras repaso el año que termina. Y entonces te das cuenta que como una roca que se erosiona poco a poco tu vida va cambiando, aparecen y desaparecen personas, situaciones, alegrías, penas, enfermedades. Esa montaña inamovible que a veces parece la vida va mutando y transformandose en algo diferente, no siempre mejor, no siempre peor.
Fotográficamente, cada cierto tiempo, también suelo navegar por las entrañas del disco duro y visitar el año 2005, el 2010, tal vez el desarrollo del año que termina. Es otro diario, en este caso visual, de personas, alegrías, penas, proyectos inacabados, paisajes, gente que pasa por la calle y que queda en tu vida como una imagen congelada, una camiseta extravagante, un sombrero divertido, un enorme tatuaje.
No se a dónde quiero llegar, seguramente solo quiera escribir algo sobre el paso del tiempo y como la vida es eso que va pasando delante de ti mientras haces planes, como dijo Lennon.
Mis mejores deseos de año nuevo, creo que ya nos vamos mereciendo un añito decente.
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